¡Que viva la gente!

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Soñaba con tener un balón inflable de 5 colores, y estar en una playa jugando con hombres y mujeres hermosos, y obvio ser una de ellas. Pensaba a mis 7 años, que tan solo necesitaba tomar Pepsi bien fría y haría realidad esa situación que miraba una y otra vez en la revista Visión, que le llegaba a mi padre por correo.

 

Ese fue quizá mi primer contacto con la publicidad. De niña sentía una gran atracción por los anuncios, por las imágenes de gente feliz, en un mundo perfecto, viviendo una vida deseable, los artículos de las revistas eran largos y aburridos, las imágenes contaban fácilmente las historias y lo hacían mejor. 

 

Mi percepción fue evolucionando con el pasar del tiempo. Estudié Comunicación Social y podría haber hecho énfasis en publicidad, pero no, me negué a trabajar en ese mundo ajeno a mi gusto, debido a ese tufillo snob que no soportaba y que no soporto aún. Me negué a meterme en un sistema de comunicación alienante -era un gran discurso a finales de los 70´s-  en donde el objetivo era vender por encima de todo. Y a pesar de todas las veces que rehusé y renegué de la publicidad, hoy cumplo mas de 25 años ejerciéndola.  

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PRIORIZAR EL SER HUMANO

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Pero, después del rechazo, ¿cómo llegué aquí? Fue algo progresivo, al principio pensé que se trataría tan solo de sobrevivir a ella y a todo lo que su entorno puede tener de negativo. Estar inmersa, me permitió ir descubriendo el potencial tan grande de escudriñar en el entendimiento del ser humano, la potencia que tenía el interconectar individuos, el conectar a uno que quiere contar algo, con aquel que necesita saber de ese algo.

Así, priorizando al ser humano. Comprendiendo las dos orillas desde la perspectiva social y de comunicación. Así, entendiendo cómo el contexto afecta la interacción de emisor y receptor. Así identificando que este nuevo ejercicio profesional me acercaba a la gente en una dimensión muy superior de la netamente comercial; aprendí a apreciarla, a identificarme con ella y a aportar lo más posible, en beneficio de todas esas personas involucradas en estos procesos maravillosos, con una sola premisa:  darle siempre al ser humano la relevancia que su dimensión exige.

 

Creo que cada persona tiene el derecho a ser validada y respetada en toda su dimensión, que no hay distingos de ningún tipo que pongan en tela de juicio mis conceptos al respecto. Todos, todos, todos tenemos el mismo valor y merecemos el mismo reconocimiento como seres humanos.

PERSONAS CON LAS QUE HACEMOS EQUIPO

Hoy, en mi madurez, no me mueve el “voltaje” de la publicidad, ni la creatividad ni la estrategia, ni la magia de las estrategias digitales; me mueve el ser, el conectar personas, en ayudar a abrir espacios y oportunidades para la gente. En TXT procuramos al máximo hacer tangible esta vocación: cada persona es valiosa per se, tiene la posibilidad de brillar, siempre con visión colectiva, de aportar su talento, su capacidad creadora, su pensamiento innovador y su pasión a través de aquello que hace, que es finalmente lo que nos hace a todos.

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Creo en la importancia de generar oportunidades de desarrollo de estos individuos y de los equipos que comparten un ambiente sano, colaborativo, retador y productivo. Creo que trabajar con una visión centrada en el bienestar de nuestra gente, hace que las tareas normales sean más relevantes, satisfactorias y productivas. Creo que grandes cosas y momentos de nuestras vidas se dan en el ámbito personal y por eso, procuramos que la oficina cierre temprano (aunque estemos virtuales) para que disfruten de su familia, sus pasiones, su descanso y se alimenten de algo más que solo trabajo.

PERSONAS CON LAS QUE CO-CREAMOS

Hoy también creo en aquellas personas que son “nuestros clientes,” que vienen llenos de retos, de angustias, de necesidades. En profesionales que viven y construyen su propia historia y que acuden a nosotros para que seamos un brazo de extensión de su alcance y palanca de apoyo para obtener los resultados. Creo en ellos, en gente como uno, que creen en nosotros.

En alguna oportunidad, uno de mis mentores me dijo: “Xenia, un cliente jamás será su amigo”, pero yo he comprobado que no es así. Cuento entre mis grandes amigos a varios de quienes han sido mis clientes y jamás hemos roto de parte y parte los límites de las responsabilidades y transparencia que nos implica la relación comercial que nos une.  Se a ciencia cierta que, si somos honestos y generamos relaciones positivas, transparentes y empáticas, es factible establecer lazos más sólidos que los que nos unen a través de un contrato. He compartido con mis clientes-amigos, un horizonte laboral común y una vida personal sin detrimento de uno o de otro, he logrado sin duda, disfrutar más del trabajo en la confianza de un verdadero aliado al que aprecio y me aprecia, y puedo demostrar que así hemos tenido los mejores resultados. 

 

Igual hemos vivido situaciones muy lejanas de ser ideales. Hace aproximadamente 5 años, ganamos una cuenta muy atractiva por lo visible, retadora y compleja, además de ser muy rentable.  Nuestra cliente, quien tenía la interlocución con la agencia era una persona agresiva, maltratadora de nuestros empleados, conflictiva y terriblemente ofensiva. Una persona que descalificaba permanente el trabajo y la opinión de cualquier persona en la agencia. De aquellas personas que terminan una conversación o debate con: pues hazlo que para eso les pagamos o el cliente soy yo y punto.

 

Hicimos lo necesariamente posible para mejorar el tema, conversaciones, acuerdos, acudimos a sus jefes, en fin… todo lo posible, y nada cambió.  El problema era esa persona y una organización que le permitía ser como era. Pues fuimos con Alex, mi socio a la oficina de su jefe y renunciamos a seguir trabajando para ellos bajo un esquema de irrespeto e irracionalidad tan marcado.  Nos costó, es un hecho, pero más nos costaba un equipo lastimado e irrespetado.

PERSONAS CON LAS QUE COMUNICAMOS

Y finalmente creo en el valor que tiene esa gente que está en los medios, en las redes, en la calle, en la tele, en la radio… creo en esas personas a las que llamamos audiencias. Los valoro como universos humanos, como seres pensantes, gente que vive goza y sufre igual que yo, gente que como cada uno de nosotros merece un contenido que ha sido trabajado con rigor y pasión, mensajes atractivos, estéticos, reales, dignos, responsables y relevantes.

 

Estas creencias, todas las comparto con mi socio. Nos fijan el rutero, nos mueven más allá de las cuentas, nos comprometen a ser sostenibles, nos alimentan en el día a día.  El reconocimiento y valoración del otro ser con quien interactuamos, y el respeto que le profesamos, es nuestro credo primario. Así somos y así nos gusta ser.  Así nos sentimos más cómodos en “el negocio” y generamos más sentido al quehacer diario.

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Hoy hablamos desde diferentes ventanas del conocimiento del “human centric” para nosotros es como si hubiésemos estado siempre a la delantera, a vanguardia en lo que concierne a la construcción de relaciones con los otros que nos acompañan en este camino. Nunca lo hemos visto como una filosofía, un principio, un valor, ni una postura estratégica; ha sido nuestra causa y efecto, lo que surge y se da naturalmente porque es en lo que creemos y tratamos día a día de ser fieles a este credo innegociable. 

Vivir de forma tan coherente con nuestro pensamiento nos genera inmensa satisfacción, y estoy segura, que además impacta en nuestros resultados, de modo que seguramente tuvo que ver con el hecho de que en el Agency Scope de 2.020 -el estudio más serio del sector- hayamos sido reconocidos como LA AGENCIA MÁS VALORADA POR SUS CLIENTES.

TXT - Agencia Mejor Valorada

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